Querido padre:
Suelo usar estas 'fechas especiales' como una excusa para escribirte, y quizás para darte algunas explicaciones, aunque dudo que ésto llegue algún día a tus manos.
A aquellas manos que, fueron inútiles al momento de brindarme cariño y apoyo, pero aún así, siempre intenté sostener, incluso cuando sabía que la intención no era compartida.
Bueno, nunca compartimos algo ¿verdad? Aunque, hoy en día puedo decir que finalmente me estoy reconociendo como persona, y sé que mi escasa paciencia junto a mi cobardía al verme obligada a afrontar ciertas situaciones de la vida, o tomar decisiones importantes, tienen mucho que ver con la forma en la que te comportaste durante todos estos años. Aunque prefiero decir que es el miedo innato del ser humano, simplemente equivocarse y cambiar el rumbo de las cosas.
Pero vos no tenías miedo, ¿no? Si te llevabas al mundo por delante, aunque no tengas razón. Tu palabra era sagrada y no aceptabas lo contrario. Y ese fue mi error, no dejarme llevar por tu concepto de verdad, tan plástico, rutinario y vacío.
De todas formas, nunca voy a negar que gracias a vos jamás pasé hambre o frío. Y tu ausencia dejó sus marcas físicas y psicológicas, porque me costó muchísimo hacerme entender que nunca fui lo suficientemente buena para vos, pero hoy puedo decir que gracias a todas éstas situaciones por las que pasé, tantas flagelaciones, tantas lágrimas, aprendí que a la única persona que tengo que enorgullecer, es a mí misma. Aprendí a expresarme mediante las palabras, me refugié en la música y la literatura, donde conocí mis capacidades para crear magia. Aprendí a hacerme valorar como mujer y como individua en ésta triste y desolada sociedad.
Pero, lo más importante de todo, es que aprendí a encontrar la belleza en la tristeza, encontré inspiración en el insomnio y en las ausencias, incluso cuando todo desaparece sin motivos razonables, cuando las palabras no alcanzan, sé que te fuiste por una razón que nunca voy a comprender, y tampoco espero hacerlo.